Javier Ceballos Jiménez: Kurt Vonnegut, Desayuno de campeones

Literatura Clásica

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Javier Ceballos Jiménez: Kurt Vonnegut, Desayuno de campeones

Desayuno de campeones es una de las novelas más celebradas de Kurt Vonnegut. Gustará sobremanera a los amantes del autor, porque reúne aquellos elementos que hacen irrepetible la pluma de éste. A saber: 

  • Una voz narrativa juguetona y carismática. 
  • Una prosa preñada de muletillas.
  • Críticas a la sociedad norteamericana. «Casi todos los mensajes que se enviaban y se recibían en su país, incluso los telepáticos, tenían que ver con la compra o la venta de alguna puñetera cosa.»
  • Un sentido del humor que oscila entre lo gamberro y lo cáustico. «A veces la gente agujereaba a personas famosas para ser al menos un poco famosa.» 
  • Humanismo desencantado. «Cuanto más me acercaba a mi quincuagésimo cumpleaños, más me desconcertaban e irritaban las decisiones estúpidas que tomaban mis compatriotas. Y de pronto empecé a compadecerlos, pues comprendí lo inocente y natural que era para ellos portarse de un modo tan aborrecible y con tan aborrecibles resultados.»  
  • Reflexiones en torno a la existencia, el trabajo, el arte, la guerra, las desigualdades sociales, el cambio climático, etc…
  • Referencias a la cultura popular.
  • Pinceladas de ciencia ficción.
  • Toques meta. «Jimmy Valentine era una persona inventada que se había hecho famoso en otros libros del escritor, igual que Kilgore Trout era una persona inventada que se había hecho famoso en mis libros.» «-Este libro que estás escribiendo es muy malo -me dije (…).» 
  • Simpáticas ilustraciones.

En el lado menos positivo, podríamos achacar a esta obra:

  • Un argumento reiterativo y tendente a la dispersión. 
  • Un manejo de temas irregular.
  • Un elenco de personajes bastante planos. 

Sea como fuere, Desayuno de campeones es un artefacto la mar de curioso. Quizá carezca de la genialidad de Matadero cinco, pero cumple sobradamente en tanto que texto cien por cien vonnegutiano. Además, debemos perdonarle sus defectillos, ya que son la consecuencia lógica de crear literatura en la que «Cualquier persona sería exactamente igual de importante que otra. Daría el mismo peso a todos los hechos. Nada se quedaría fuera.»